Salgo del portal de mi casa (ahora la de mis padres) y hay una subidita en la acera. Allí hay un toro rojo como el fuego, mirándome. Me estaba esperando.
Me pongo a correr todo lo que puedo pero mis piernas no responden y voy más lenta que nunca. Miro hacia atrás y veo a mi madre correr, pero el toro la coge y ella cae como si fuera una folio. Se vuelve un folio y se confunde con el suelo.
Grito e intento correr. Llego a una especie de centro comercial. Como es de noche, todo está cerrado, pero golpeo las puertas (que son como pisos) gritando que necesito ayuda. Oigo risas tras las puertas. Incluso un chico me abre para empujarme, riendo, y volver a cerrar.
El toro cada vez está más cerca, puedo oir sus bufidos.
Intento volver a casa pero, justo antes de entrar, el toro me clava uno de sus cuernos en el dedo gordo de mi mano. Aúllo horrorizada, viendo cómo el cuerno traspasa mi dedo. Entonces miro al toro. E, inexplicablemente, pienso en lo precioso que es ese color rojo de su piel.
martes, 22 de enero de 2008
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3 comentarios:
yo pensaria seriamente en dejar el red bull con ballantines... ;)
tia, que el fary se intenta comunicar contigo!!!
loca yo...?
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