Un día te despiertas y piensas qué estás haciendo con tu vida.
Trabajas en una oficina que te da cada día más trabajo pero no te valora.
Cobras muchísimo menos de lo que mereces, y trabajas del doble de lo que deberías.
Te agobias sólo de pensar en irte de viaje por el dinero que supone.
Piensas en meterte en una discoteca y te falta el aire sólo de imaginar que no podrás moverte de lo llena que estará y el calor que pasarás.
Sonríes mucho menos que antes y te pasan desapercibidos momentos especiales.
Y entonces reaccionas. Con legañas en los ojos y la fuerza de quien aún no acaba de despertar y ser consciente del mundo, decides cambiar. Dejar tu trabajo y buscar otro que te dé mayor calidad de vida.
Porque quieres irte de viaje y disfrutar del relax de no hacer nada.
Porque quieres darte cuenta de esos momentos, frases, silencios que tan importantes son.
Porque quieres sonreír como antes y no estar siempre nerviosa.
Porque quieres ir a mirar pisos de compra el año que viene y tener tiempo para poder hacerlo.
Así que en octubre, si todo va bien, empezaré en otro trabajo. Aunque eso suponga ser "la nueva". Intentar encajar en un grupo ya formado. Cobrar menos y volver a aprender de cero.
Sé que cuando sea viernes llegaré a casa, abrazaré a Guillem, y podré disfrutar del fin de semana sin pensar en nada más.
Supongo que todo lleva su tiempo y a mí me ha costado más que a otros despertar y decidir cambiarlo todo. Pero más vale tarde que nunca.
Se acerca un cambio...