He soñado que en una especie de excursión en el campo, veía de lejos a mi amiga Sara. Una amiga de mi infancia, con la que estuve desde párvulos hasta BUP y con la que viví muchas cosas.
La veía y no me lo podía creer. Decía su nombre a gritos, agitaba mi mano y ella estaba como yo, sonriendo y corriendo hacia mí. Cuando nos encontrábamos, una delante de la otra, cogiéndonos por los brazos, nos preguntábamos cómo iba todo, qué cambiadas estábamos... Y, de repente, nos abrazamos como locas, como si no quisiéramos dejar escapar el momento del reencuentro y, sin haberlo planeado, nos poníamos a llorar desesperadamente.
Sólo sentía que lo necesitaba, que tenía que llorar, berrear, dejar salir toda la pena que hacía que mi corazón pesara el doble.
Sara me miraba, con lágrima en los ojos y me preguntaba: Y tú, por qué lloras?
No lo sé , contestaba yo.
Pero las dos sabíamos por qué estábamos llorando y por qué no podíamos parar.
Quería volver a ser una niña y que mi única preocupación fuera salir al patio del colegio y pensar en qué canción cantaría con Sara ese día. Quería volver a ser feliz.
Y mientras lloraba, dejando toda mi pena en las lágrimas que caían en la tierra, me daba cuenta que no podía volver atrás, pero sí podía intentar mejorar mi vida.
Porque la pena que he sentido esta noche ha sido demasiado abrumadora.
Y no quiero volver a sentir algo así. Nunca.