Sentada en una roca frente al mar, miro el horizonte pensando en si debe tener un final. Si en la línea que parece el límite, acaba todo. Me levanto y camino hacia la orilla sin dejar de mirar ese límite y me quito las chanclas sin bajar la vista. Me voy metiendo en el agua poco a poco, cada vez más emocionada por lo que estoy a punto de descubrir.
Nado y nado sin parar, oyendo mi respiración y el ruido que hace el agua a cada brazada, hasta que llego al final. Y sí, hay un límite. Me pongo de pie en una especie de cascada y miro a los lados. Es una cascada infinita y sé que si cayera (porque abajo hay mar), no podría volver a subir jamás.
Es cuestión de segundos. Irme sin mirar atrás o retroceder y volver donde siempre he estado.
Levanto los brazos y salto. Y ese instante en el aire, mientras caigo hacia lo desconocido, es el momento más feliz de mi vida.
viernes, 11 de enero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
wOOaaaalaAAAaaa
dona calfreds!!
Ei, saps q jo de peke em pensava q a l´horitzó del mar hi havia una gran cascada? També pensava que al fons del mar hi havia un tap pq no marxés l´aigua, o que els estels i la lluna em seguien quan anava en cotxe. Després algú m´explicava que no era així, amb un raonament científic. Encara avui segueixo pensant que les idees d´aquell nen eren més interessants...
Ja soc x aqui. ens veiem aviat!
Publicar un comentario